miércoles, 20 de julio de 2011

Tévez, juez y parte

Desde su debut en la primera de Boca, Carlos Tévez generó un enorme atrayente en hincha del fútbol argentino. Venerado por los hinchas del “xeneize”, rechazado por los de River, supo traspasar esa barrera infranqueable que para otros es la aceptación del ajeno a esta disputa.

Tévez en sus comienzos
Con su carisma, en buena parte ganado gracias a su espontaneidad ante las cámaras y sus humildes orígenes, “el apache” supo convertirse rápidamente en uno de aquellos jugadores que generan adhesión absoluta, al borde de los límites lógicos, con impunidad para hacer y decir a su antojo, exento a los juicios de valor a los que son sometidos los personajes públicos, generalmente para desacreditarlos.

Su gran actuación en el Corinthians, y su pase a la Premier de la mano del West Ham, al que salvó prácticamente sólo del descenso, lograron que su figura se agigantara notoriamente. No era para menos, ya que pocos futbolistas argentinos lograron tal adhesión en los dos países que más consideramos rivales deportivos.
En consonancia, y merecidamente, comenzó a crecer su sitio en la selección Argentina, a pesar de los gritos en contra de la misma, llevado por la euforia de haber ganado un campeonato con Boca antes de ir a Japón para enfrentar al Milan. Fue entonces cuando ganó el apodo de “el jugador del pueblo”.

Su pase al City provocó polémica
Su pase al Manchester United le permitió encontrarse con el mejor nivel de juego que le hemos visto últimamente. Partiendo incluso en ocasiones como suplente, a la sobra de las figuras de Cristiano Ronaldo y Wayne Rooney, tenía ganados a los fanáticos cuando una disputa con el entrenador Sir Álex Ferguson, quien no le consideraba fundamental, lo llevó al archirrival, Manchester City, con aspiraciones mucho menores, un contrato similar, y la posibilidad de quedarse en la ciudad que el prefería.

Paralelamente, Tévez comenzó a desarrollar, tal vez de forma inconsciente, una estrategia discursiva que le permitía lograr algunos reconocimientos que no se ganaba en el terreno de juego cuando se ponía la camiseta argentina. Aunque tanto Pekerman como Basile supieron dosificarle correctamente, ya se avistaba una fuerte transformación futbolística y conceptual en el delantero.

Si en Boca había descollado por su facilidad para sacarse rivales de encima, y presentar un repertorio de gambetas y definiciones que sólo pueden ser adquiridas en las más hostiles de las condiciones, el fútbol inglés lo había tornado un jugador macizo, más lento, y desprovisto de aquella técnica que había enamorado a la Bombonera.

En Argentina siempre fue adorado
No obstante, representando a su país, Tévez se encontró, especialmente desde el 2008 en adelante, con un combinado que apenas si ha desplegado momentos de fútbol bien jugado, y ya no hablemos de belleza estética, sino del poseer una idea, una concepción ligada a los futbolistas en cancha. En este desorden, el público se confunde, y aplaudió las corajeadas del “apache”, en lugar de los igualmente infructuosos intentos de Messi, que no estuvieron nunca apoyados por declaraciones altisonantes de amor por la camiseta, ni demás apariciones públicas, que curiosamente suelen conquistar, sobre todo, a aquellos que menor conocimiento del juego tienen.

Fue así que el “clamor popular” llevó a Tévez a ser titular en la selección de Maradona, aunque nunca mostró mejor rendimiento que jugadores como Higuaín o Agüero, y cuando parecía que Sergio Batista, actual entrenador “albiceleste” lo dejaría fuera de la convocatoria para la Copa América, por no considerarlo apto para su estilo de juego, la presión mediática logró su cometido nuevamente.

Batista se traicionó por contentar a los argentinos, y cedió su poder ante ellos. Una vez convocado Tévez, unos cuantos titulares de diarios bastarían para llevarlo a la titularidad en lugar de los apáticos Di María y Lavezzi, alejados de los flashes y programas de la prensa rosa. El sacrificado fue el extremo del Real Madrid.

Con el comienzo de la competencia, los problemas de Tévez para brillar en un equipo sin funcionamiento, en el que además se vio obligado a jugar en una posición que no es la suya, anclado a la izquierda del ataque argentino, determinaron que abandonase la titularidad luego de los empates ante Bolivia y Colombia.

Su ausencia en el 3 a 0 sobre Costa Rica, agigantó la sensación de que el equipo funcionaba mejor sin él en cancha, y algunos adeptos comenzaron a despegarse de la incondicionalidad que le prometían. Su ingreso ante Uruguay no pudo ser más desafortunado, ya que quedó expuesto con su bajo rendimiento y su fallo en el penal que significaría la eliminación de Argentina. Antes de este último encuentro, justamente, Tévez manifestó su descontento por jugar en esa demarcación, algo que el mismo sabía sucedería, incluso cuando utilizó todos los medios de persuasión para ser convocado.

Ahora, frente a la necesidad de cortar por algunos de los actores en un nuevo fracaso nacional, Tévez es señalado como uno de los máximos culpables futbolísticos del mismo, y es probable que, mientras Batista sea el entrenador, no vuelva a ser convocado para representar a su país.

Juez como pocos futbolistas de su propia carrera, Tévez es víctima de la masa de opinión pública que lo instaló como el “jugador del pueblo” y que hoy, cansada de las derrotas, ha decidido exiliarlo.

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